La fe no es un mero conocimiento, al que se puede acceder sin comprometer la propia vida. Involucra la decisión de arrojarse confiadamente en los brazos de Dios, de dejarse transformar por su gracia, de amarlo de todo corazón.

miércoles, 1 de octubre de 2014

“VIVIR EN EL MUNDO” ¡Ánimo!: yo he vencido al mundo (Jn 16,33).

“VIVIR EN EL MUNDO”

 ¡Ánimo!: yo he vencido al mundo (Jn 16,33).

Por peregrino77


La mayoría de las personas piensan que “vivir en el mundo”, vivir la vida es dejarse llevar por los instintos, las modas o por cualquier viento de doctrina (Ef 4,14).

Mas Jesús conociendo la fragilidad de la condición humana rogó al Padre diciendo: no te pido que los saques del mundo sino que los libres del mal (Jn 17,15). Debemos saber que no estamos solo en esta aventura de la vida, en esta batalla, y que para recibir esa gracia gratuita que nos salva, debemos colaborar con ella, haciéndonos violencia en nuestras inclinaciones , mortificando los sentidos, no dando oportunidad a la tentación consentida, ya que nadie es tentado por encima de sus fuerzas. “Dios que es fiel no permitirá que sean tentados por encima de sus fuerzas; antes bien, les dará al mismo tiempo que la tentación, los medios para resistir” (1 Cor. 10, 13).

Muchos ven como algo imposible vivir la castidad, los valores o la fe en Dios, y eso es porque ponen solo su confianza en sí mismos, se abandonan a sus caprichos, a lo fácil, a lo cómodo, debemos estar alertas en todo momento para no caer, ni hacer caer a otros, sabiendo que tenemos un enemigo común, que anda como león rugiente buscando a quien devorar (1 Pe 5,8).

La bendición de Dios atrae sobre nosotros otras bendiciones adicionales que nos fortalecen y nos hacen ser fieles a Él, y para ello contamos con la ayuda de la iglesia que como una buena Madre nos guía y alimenta.

Solo quien tiene la humildad de saberse necesitado ha dado el primer paso para asegurarse llegar a la meta, que es la vida eterna. Me refiero a esa humildad que nos capacita para pedir ayuda cuando es necesario, humildad que nos libera de la soberbia de pensar que todo lo podemos solos, por nuestras propias fuerzas.  No somos islas, tenemos personas  que pueden ayudarnos y orientarnos para retomar el rumbo hacia la casa del Padre. Nadie se salva solo.

Este mundo canalla e impostor nos ofrece toda clase de distractores, cada uno llamativo y seductor, y para no dejarnos engañar tenemos en la palabra de Dios una guía de vida, que nos orientara, dándonos criterios sanos y rectos.  Debemos saber elegir: yo he puesto delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida, y vivirás, tú y tus descendientes, con tal que ames al Señor, tu Dios, escuches su voz y le seas fiel (Dt 30,15-20). Así de sencillo!! Cada día, a cada momento estamos ante la disyuntiva de elegir entre lo placentero y vacío, o en cambio lo edificante y que da vida, nadie más, solo nosotros podemos tomar la decisión a favor de lo mejor, de lo verdadero.

 Podremos aconsejar a alguien a hacer lo correcto, pero no obligarlo a hacer lo correcto. Dios respeta siempre tu libertad, ya que ese Dios que te creo sin ti, no te salvará sin ti (san Agustín), es decir sin tu colaboración. Debemos poner ese 1 % que podemos dar, sabiendo que Dios pondrá el 99%, pero ojo!! Si uno no pone de su parte, en vano será esperar resultados buenos.

La vida en este mundo es fugaz comparada con la vida eterna, no perdamos de vista esta realidad, no vendamos la Gloria de Dios por cualquier baratija, por cualquier placer pasajero. No nos dejemos engañar por el enemigo que nos promete riqueza, poder, placer o estatus social a cambio de una vida sin sentido, sin paz, y perdiendo la vida eterna.


Jesús dijo: Yo Soy el Camino, La Verdad y La Vida(Jn 14,6), así que no lo olvidemos, siguiéndolo, viviendo en su verdad, y alimentándonos de los sacramentos podremos alcanzar la santidad a la que todos estamos llamados, todos sin excepción. Él que ya ha vencido al mundo nos ayudara a vencer al mundo y sus espejismos, haciéndonos vivir en LA VERDAD. No olvidemos que todo lo podemos en Aquel que nos fortalece (Flp  4,13). 

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